sábado, 26 de noviembre de 2011

"Hay mucho esnobismo en el mundo del vino, eso aleja a más de uno"


Fue por pura curiosidad. Se propuso dedicarse a lo que le gustaba y lo logró. La primera gota de alcohol que él se acuerda a ver tomado fue en la primera clase del curso de sommelier. En la actualidad marca un estilo a la hora de expresarse sobre el mundo de las bebidas alcohólicas. Encontró su lugar: Un estilo moderno, con insignias propias. Mariano Braga, con tan solo 26 años, conoció casi 60 países, donde en más de una oportunidad sus ojos se deslumbraron al ver alguien hablar de algo tan simple como una bebida. Es así como se graduó en comercialización y mezcló esos estudios con su pasion por los vinos. Hoy trabaja para medios argentinos (editor de Wine+), peruanos (Sommelier) y mexicanos (Liverpool), entre otros. Un distinto en la materia habló con Sinresaca y nos contó un poco de su vida.

- Te criaste en Carlos Casares, Provincia de Buenos Aires, ¿Cómo y alrededor de quien creciste?
- Exacto. En realidad nací en Capital Federal pero desde los 8 meses (y hasta los 18 años) viví en Carlos Casares, una ciudad bastante chica del oeste bonaerense. Me crié con mi hermano (3 años mayor) y mis viejos. Me crié de maravillas, curiosamente, en un hogar completamente abstemio.

-Supongo que en tu adolescencia eras de tomar alcohol con amigos antes de salir o durante la salida, ¿pensaste en ese momento alguna vez terminar dedicándote a lo que haces hoy?
- Que tenga recuerdo, mi primera copa de vino la tomé en la primera clase de Introducción a la Sommellerie, el primer lunes de mi cursada. Aunque cueste creerlo, no me acerqué al mundo del vino por el vino en sí, sino más bien por conocer del tema. Cuando nos juntábamos con amigos hasta ese entonces era el que tomaba agua o gaseosa. El aburrido del grupo, completamente. Igual, con los años intenté recuperar el tiempo perdido.

- ¿Cómo se te ocurrió juntar tus estudios en comercialización y tu interés por el vino?
- Resulta que en el segundo año de mi licenciatura sentí la curiosidad de meterme a estudiar algo relacionado con los vinos. Al principio fue pura curiosidad, e intercalaba las cursadas de ambas carreras. Después el terreno del vino terminó ganando espacio y como yo siempre entendí al mundo del marketing como un complemento a prácticamente todo, me pareció interesante mixearlos.

- ¿Hubo algo o alguien que te dio el pie para entrar al mundo del vino?
- La verdad, no lo sé. En mi casa no se bebía vino, yo no tomaba vinos (ni cervezas, ni sidras, ni destilados, ni…) pero había una manía que tenían mis viejos que derivó en el tema de los vinos. A ellos les encanta viajar, y desde chicos nos llevaron a recorrer el mundo junto con mi hermano. Así, en épocas en donde acá en Argentina se hablaba muy poco del tema, en cruceros, grandes hoteles y restaurantes de prestigio de otros países, el vino y el sommelier eran casi estrellas. Ahí me quedaba horas escuchándolos hablar. No podía entender cómo con simplemente beber un líquido se podía averiguar la procedencia, el cepaje, la añada o su elaboración. Era admiración, claro, y por eso un día frente a la computadora, cuando tenía 19 años, me metí en Google, escribí “sommelier” y empecé con todo esto…

- Viajaste mucho por tu corta edad, ¿algún recuerdo que tenga que ver con tu profesión?
- Bueno, definitivamente tengo que culpar a los viajes como partícipes necesarios de mi incursión en el mundo del vino. Muchos destinos los descubrí sin estar inmerso en este tema, pero también muchos otros los conocí con un wine map en mano. Los recuerdos son siempre maravillosos, porque el vino te regala esa posibilidad. En algún punto el vino funciona como el mate, es una magnífica excusa de encuentro.

- Aunque en el último tiempo se empezó a mostrar de otra forma también, ¿Por qué pensás que popularmente el mundo del vino se ve como sofisticado, como de elite?
- Acá creo que el conocimiento tuvo mucho que ver con esto. Es decir, si escuchamos a un sommelier rezar un rosario de descriptores aromáticos imposibles de identificar, entonces el consumidor asume que el vino no “se ve” sofisticado, sino que realmente lo es.
Lamentablemente hay mucho esnobismo en el mundo del vino, y parte de esa actitud es la que ha alejado a tantos y tantos que se recluyeron en otras bebidas.

- Trabajás para medios de diferentes países, ¿Cuáles son las grandes diferencias que hay entre unos y otros?
- Las estructuras de los mercados son muy distintas. En Argentina tenemos la dicha de producir mucho vino pero eso, paralelamente, hace que las importaciones sean las excepciones. En países como México o Perú, en cambio, la industria tiene etiquetas de todo el mundo compitiendo a iguales niveles de precio. Eso abre el juego mucho más y multiplica la complejidad de la estructura competitiva.

- Le das un sentido más entretenido al mundo del vino, ¿alguna vez te ha pasado que personas tradicionales han juzgado tu forma de manejarte?
- La verdad, nunca nadie me ha dicho nada de forma directa. Trato de ser amigable con el vino porque a mí, además de apasionarme, me divierte. Esa diversión es la que trato de transmitir.
Me encanta tomar vinos carísimos, pero también me fascina filmar una cata de vinos en tetra. La gran mayoría de los sommeliers con los que hablo del tema se horrorizan. A mí me divierte, y me parece que está buenísimo llevar al vino a un ámbito más terrenal.

- El saber tanto sobre vinos, ¿ayuda, digamos, a la hora del levante?
- Mirá, yo creo que el conocimiento es seductor. O sea, saber de vinos, de ingeniería nuclear o de historia del cine suma puntos, siempre. El tema es que el vino tiene una cuestión extra que es ésta relacionada con la “sofisticación” que hablábamos al principio.

- Si tuvieras que definir lo que significa el vino en tu vida, ¿Qué dirías?
- Un hobbie que practico con pasión y que, afortunadamente, lo pude convertir en mi trabajo.

- ¿Cuándo, cómo y por qué sobre tu última vez que terminaste borracho?
- Ésta va a ser la respuesta más aburrida de todas las que te hubieses podido imaginar. Como sommelier siento de verdad que tengo que hacer un culto por el vino; que hay pocas cosas tan fantásticas como disfrutarlo, pero que disfrutarlo sin responsabilidad es un atentado a la causa.

- ¿Es un delito ponerle hielo al vino?
- Jamás escuché que encarcelaran a alguien por eso, aunque cada vez que mi viejo le pone soda al mejor vino que descorcho con él (cuestión que hace a diario), me pregunto por qué no se pena tal actitud. La verdad, el vino hay que disfrutarlo. Como sea, con quien sea. Solo o con amigos, con jugos, gaseosa, agua o completamente puro. Diversidad de criterios… aunque admito no ponerle hielo.

- ¿Algún mito urbano sobre el vino?
- Uhhhh, muchísimos. Que todos los vinos mejoran con el tiempo, que el tinto se toma a temperatura ambiente, que los pescados necesariamente exigen acompañarse con blancos.

 ¿Qué proyecto tenés para el futuro?
- Por empezar necesito terminar El Desafío 2011 (un reto en el que me propuse catar 2011 vinos a lo largo del año). Empezó el 1° de Enero y termina el 31 de Diciembre a las 00 horas, y ya estamos rozando las primeras 1800 etiquetas… así que aún tengo un camino por andar. En el plano personal, en Septiembre me casé después de 11 años de novio, así que este 2012 seguramente llegue de la mano de una familia ampliada.

Ping pong:

  • Mejor vino tinto: Me inclino por el D.V. Catena Malbec-Malbec, un gran exponente argentino.
  • Mejor vino blanco: Yo soy un amante del Torrontés y del Sauvignon Blanc, así que yo me inclino por el Montesco Agua de Roca Sauvignon Blanc 2011, una novedad que el enólogo Matías Michelini lanzó hace poquito y que me volvió loco.
  • Mejor vino en cartón (dentro de los populares del mercado argentino): Elegiría alguno de la bodega Cooperativa La Riojana. El Viñas Riojanas Torrontés creo que es imbatible.
  • Mejor vino rosa: Es difícil elegir un rosado argentino que salga de la media. Hay muy buenas cosas, pero ninguno que realmente sea un destacadísimo. De cualquier manera, el Crios Rosé, de la bodega mendocina Dominio del Plata, es muy interesante.
  • Mejor trago que lleve vino: Mimosa, porque es simple y súper efectivo. Una parte de jugo de naranjas y otras dos o tres de espumoso (de acuerdo al gusto personal). A mí me gusta reemplazar el jugo de naranjas por jugo de pomelo, y elegir un espumoso Demi Sec para que no moleste la acidez.

Para conocerlo más: http://www.marianobraga.com

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