No podemos negar que el vino es una bebida sofisticada, sin embargo, ello no implica que esté reservada para satisfacer a unos pocos. La triste realidad es que una buena parte de quienes comercializan vino son los que alejan al consumidor neófito utilizando términos técnicos o una actitud arrogante que no invita a cuestionarles preguntas tan fundamentales como si el vino que compraremos será de nuestro agrado.
Ocasionalmente cuando pedimos orientación, podemos sentirnos frutados porque el vino recomendado no nos gustó, lo cual es perfectamente válido, o nos sugirieron un vino fuera de nuestro presupuesto. Podrán ser vinos de primerísima calidad, premiados en el mundo, degustados en las mesas más ostentosas, sin embargo, si estos vinos nos parecieron desagradables, no hay razón para beberlos. Algunos productores y comerciantes de vino olvidan que el consumidor será quien finalmente decidirá si compra el vino o lo rechaza, con base en su muy particular gusto, sin importarle si tiene medallas u otros reconocimientos internacionales.Lo único que les importa a ciertos vendedores deshonestos no es conservar un cliente informándose sobre sus gustos y costumbres para que regrese a comprar vino, sino vender una botella que para él es la mejor, sin poner cuidado si a su cliente le resulta placentero.
Los grandes eventos en hoteles son otra barrera. Con carísimas entradas y puro glamour deja la puerta entre abierta para que unos pocos puedan experimentar el mágico mundo de los vinos. Quizás el marketing y la venta muestren que es la mejor forma de comercializarlo. Con sus compradores sofisticados les alcanza. Marcando un territorio de elite y mostrarse con ese perfil al mundo, tal vez mantengan así ese público que les conviene por lo que pueden llegar a invertir en vitivinicultura y así la rueda empieza de nuevo su círculo.
Un círculo que se mantiene siempre en el mismo lugar. Los grandes eventos en hoteles son otra barrera. Con carísimas entradas y puro glamour deja la puerta entre abierta para que unos pocos puedan experimentar el mágico mundo de los vinos. Quizás el marketing y la venta muestren que es la mejor forma de comercializarlo. Con sus compradores sofisticados les alcanza. Marcando un territorio de elite y mostrarse con ese perfil al mundo, tal vez mantengan así ese público que les conviene por lo que pueden llegar a invertir en vitivinicultura y así la rueda empieza de nuevo su círculo.
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